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Real Madrid 3 Barcelona 1: El toque sucumbe al ciclón

Muchas fueron las voces que atacaron a Tata Martino mientras entrenó al Barcelona, más aún las que lo hicieron cuando éste se marchó. Se alejó del toque soporífero de Guardiola para adentrarse en una inexplorada verticalidad del Barcelona -de ahí su fracaso en la pasada temporada- que Luis Enrique ha pulido durante los primeros compases de Liga. Sin embargo, en el proceso de aprendizaje de un arte jamás puedes competir con el maestro, si no véase todo aquel que osó jugarle de tú a tú al Barça de las 6 copas en lo que a toque se refiere. Esta tarde el técnico asturiano aprendió la lección. Puedes depurar la verticalidad de uno de los mejores combinados del planeta partido a partido, pero llegados al Bernabéu, santo y seña de la transgresión de líneas, la rapidez en las contras y el fútbol demoledor y más puro -el de cuatro toques y gol-, has de dar un paso atrás, recomponer tu clásico estilo de juego y tratar de acercar al rival a tu terreno. No intentar ganarle en el suyo. El Bernabéu fue escenario de otro ciclón que arrasó al rival en una primera parte de bella factura por parte de ambos. Un punto separa al Real Madrid del, recordemos, aún líder equipo azulgrana.

Tres minutos. Neymar, Messi, Xavi, Iniesta... nombres que necesitan de poco tiempo para adentrarse en las murallas del eterno y máximo rival y, con una endiabladamente veloz jugada y una resolución de doble zancada hacia dentro y rotura de cadera de Pepe, adelantarse en el marcador. Mientras algunos compraban aún la colchoneta para sus posaderas, Neymar ponía el 0-1 en una acción de equipo que recordaba a lo que intentó y pocas veces logró el Tata Martino. No obstante, el fue el que endosó un 3-4 a los blancos la temporada pasada, pues marcó los tiempos entre el viejo y el nuevo Barcelona como Luis Enrique no supo hacer. Porque entonces era el momento de matar el partido a lo azulgrana: tocando, moviendo y desesperando al rival. Y más si el rival es el Real Madrid de Ancelotti, ávido de goles y que nunca pone los brazos en jarra ante la adversidad. Tan plausible -nos regaló una bonita primera parte- como descabellada fue la apuesta del técnico asturiano por mantener la verticalidad: lo hizo ante el mejor equipo del mundo en esa faceta. Con o sin Xabi Alonso. Porque Modric e Isco comenzaron a rodar, el primero recuperando y asistiendo para el ataque y el segundo moviéndose, como siempre, al trote de un lado a otro dejando a Piqué y compañía sin saber dónde cerrar huecos, a quién perseguir, con quién quedarse. El Barcelona sufría ante la circulación de balón y lo peor le vendría en una de las internadas de la Bestia.


Cristiano Ronaldo, aunque un punto por encima de Messi, no fue el incisivo jugador de otros partidos pero el oro siempre brilla y deslumbró con un par de ataques que arrancaron un penalti no pitado y un aviso para navegantes. He ahí la grandeza de un jugador; hacer grande al equipo. Marcelo ya se atrevía ante el pasito adelante de las líneas y en uno de sus ramalazos de carrilero consiguió un penalti a mano -literal- de Piqué, cada vez más lento y torpe. CR7 no perdonó y empató el partido. Quedaban muchos minutos pero el Barcelona sabía que tocaba sufrir pues él ya había jugado todas sus cartas, que son pocas, en este estilo de juego: el Madrid acababa de empezar.

Se sucedieron las sacudidas; el asedio blanco parecía no tener fin y recordaba a los culés que la diferencia entre el Real Madrid y el Barcelona esta temporada es la voracidad; los de Ancelotti son insaciables, contagiados por el carácter del crack portugués. No querían ganar ni remontar, querían hacer goles. Cuantos más, mejor. Hasta Pepe, en lugar de perder los papeles ante un puñado de fallos iniciales, quiso reconciliarse tirando de empuje. En un córner entró con todo y empujó el balón -y casi su cabeza- al fondo de la portería de Bravo. Buen papel hizo el chileno, mejor aún Casillas que evitó el 0-2 claro en un mano a mano con Messi y sacó en obnubilante palomita. La seguridad del que se sabe campeón sería el otro titular para este partido, la certeza de una afición que gusta de que el eterno rival se congratule de un gol tempranero, pues sabe que este su Madrid inventó la capacidad de reacción.

Había que certificar la victoria. Porque enfrente está el Barcelona, uno de los equipos más poderosos de la Historia. Había que hacerlo además con rotundidad, exhibiendo músculo blanco, puro Madrid, puro fútbol. Así llegó el tercer gol del Madrid, con una carrera de Isco y una conducción de pelota de las que conquistan a los entrenadores cuando uno es un crío; del pase a la media vuelta de Ronaldo consciente de que hacen más daño en tromba que recurriendo a individualidades; del movimiento del mejor "delantero" del mundo en lo que a desmarques se refiere para recibir solo y colocarla donde no llegan ni las arañas: rasito y lamiendo el palo. 3-1 y el Bernabéu siguió de fiesta. Porque ya celebraba que un año más el Barcelona -insisto, admirable su vocación vertical- viniera listo para sentenciarlos con sus propias armas; lo malo -o bueno- es que el Madrid de hoy sangra, pero no muere desangrado. Gusta de lamer sus heridas.

otiuMMenester

- Cristiano Ronaldo lleva 16 goles en 8 partidos; el Real Madrid 33. Ciclón (es).
- El Real Madrid es tercero con 21 puntos, a 1 de Barcelona y Sevilla, que continúa en racha.
- Atlético es quinto con 20 puntos y Rayo y Getafe noveno y duodécimo, respectivamente.


Jesús Clemente Rubio