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Real Madrid 5 – Osasuna 2: Máximo rendimiento, mínimo esfuerzo

Apenas cinco minutos le duró el Osasuna al Real Madrid. Tras un comienzo intenso de los navarros, la segunda que tuvo el Madrid –primera no invalidada por fuera de juego- repitió la de aquélla, con pase en profundidad a la banda derecha donde surgió Bale, esta vez en posición legal, para conducir hasta línea de fondo y servir a placer al retornado, al deseado, al mejor jugador según la UEFA, a Cristiano Ronaldo. Llegó, vio y marcó.

A partir de ahí y con permiso de los de Enrique Martín, que trataban de achicar espacios, el Madrid comandó el partido, marcó el ritmo del juego y en una segunda contra que prometía mover el marcador sólo el último disparo de Kroos falló. Hasta cinco corrieron en paralelo contra la portería de Nauzet Pérez. Fue el aviso más claro, pero no el único: el resto eran desbaratados por los fuera de juego. En cuanto Zidane se percatase de retrasar ligeramente a sus puntas, llegaría el segundo. Mientras, baile de Kroos que alternaría en pareja de baile entre Modric y Bale, tremendamente activo el galés y solidario en cada acción.


Pero el mientras resultó ser demasiado tiempo, tanto que el Osasuna aprovechó que no llegaba la puntilla blanca para meterla ellos, y a punto estuvo Unai García de empatar al filo del descanso, lo cual habría dibujado, sin duda, una segunda mitad muy diferente. Cosas del fútbol, la acción estrellada en la cruceta resucitó a un Madrid que apuñaló la izquierda y desde allí dejo un pase para el testarazo de Morata. Rechace y gol entre un enjambre de piernas de Danilo. Se acabó la primera parte y, por qué no, el encuentro. Cerca estuvo de hacerlo la galopada de Morata y servicio a Bale pero el 11 merengue sólo estaba para dar asistencias, no marcar goles. Sí lo hizo con el testarazo de Ramos a saque medido de Kroos. Increíble pegada blanca y a la caseta.

En la segunda, pese a la intentona del Osasuna, más de lo mismo. Destellos croatas de un Modric desatado, Real Madrid llegando y goles. Precisamente el ídolo blanco, el que levantó a todos de su asiento cuando fue cambiado, empujó el balón que haría “la manita” cuando no quería entrar para culminar un festival futbolístico soberbio. Antes, un penalti detenido por Kiko Casilla y el testarazo de Pepe, que contribuiría a la goleada “Maximin”, la del máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo. Quizá no tanto, pero está claro que el Madrid a medio gas vence y golea… e impone y atemoriza en su mejor versión.


Jesús Clemente Rubio