Cristiano no marca. Pero ayuda a hacerlo, y de qué manera. El Madrid tiene un equipazo en césped y banquillo, y Morata lo certificó. Y si alguien se lesiona, vuelve más fuerte, como dejó claro también Bale con un medio gas plagado de llegada y pegada. Dicen que el Espanyol hizo poco para frenar al Madrid pero son muchos los argumentos que impiden a un equipo ser tal en el Bernabéu.
Con nueve partidos en treinta días, sea un entrenador o no partícipe de las rotaciones hay que apelar a ellas para que la plantilla sobreviva fuerte hasta final de temporada. Así las cosas saltaron Morata, Nacho o Lucas Vázquez al campo y todos ellos, orquestados por un espléndido Isco, dieron la talla. En especial el primero, que abría el marcador además de permitir a Ronaldo huecos para la recreación. La elástica con caño mereció mejor final.
El Madrid insistía, el Espanyol sólo resistía.
Y la resistencia fue dura hasta que el partido poco a poco terminó de teñirse de blanco con Casemiro y Vázquez apuñalando la banda. El que haría sangre a 13 minutos del final sería Bale, presumiendo de velocidad y potencia para consolidar el marcador y recordar que este Madrid, todo él, es capaz, como mínimo, de la victoria.
Jesús Clemente Rubio