Partidazo de Las Palmas que por condición y contexto mereció más que el punto.
Pero cuando se habla del Real Madrid y del Santiago Bernabéu, como diría Jesé a la postre, cualquier cosa puede ocurrir porque "sólo el conjunto blanco es capaz de remontar un 1-3". Amén.
Morata e Isco partían como titulares y Zidane presentaba un dibujo lleno del mismo talento de siempre pero quizá una pizca más de sentimiento y amor por unos colores y una camiseta, por aquello de la condición de ser "paisanos" del equipo. Así las cosas, enseguida Morata marcó -bien anulado- y luego hizo lo propio Isco, aunque esta vez el banderín no impidió que se moviera el marcador. Para entonces, transcurridos diez minutos, uno y otro equipo habían gozado de ocasiones. Por eso a nadie le sorprendió cuando Tana empató enseguida la contienda en lo que, en tan corto espacio de tiempo, ya dejaba un partidazo mayúsculo.
Pero sería en la reanudación y tras una tonelada de ocasiones más de Boateng, Viera, Morata -otro gol anulado- y un largo etcétera cuando Bale perdería la cabeza y la condición para seguir jugando, tras recibir primero amarilla y luego roja directa, más que merecida.
Un Madrid con diez y tocado moralmente por lo recién presenciado frente a un Las Palmas motivado y repleto de argumentos. Penalti tras paradón de Ramos que transformó Viera y miedo para la grada. Prince, tras superar a Keylor Navas y a puerta vacía, ponía el 1-3. Nadie se frotaba los ojos porque el conjunto canario era muy capaz y, hasta entonces, merecedor de lo que decía el marcador. Pero el Madrid, con más garra que talento, sacó a costa de llegar y llegar un penalti transformado por Cristiano Ronaldo. Y luego un córner, ya en el descuento, que el portugués también transformó para culminar la épica. La enésima, que molesta a muchos, pero el corazón a veces llega donde no lo hacen las piernas... ni los tuits.
Jesús Clemente Rubio