Vuelven las cenas "a la española". Porque una velada en la que el restaurante cerraba a las 9 de la noche podía ser muchas cosas pero, desde luego, no una velada patria. Siempre anteponiendo la cultura y la seguridad por supuesto, nos echamos a la calle en busca de una propuesta que dé réplica a la emoción de que la hostelería tenga un respiro. De la posibilidad de recuperar entre un 25 y un 50% la facturación que cayó por culpa de las limitaciones, éstas debido al maldito bicho. De que podamos reunirnos en torno a una mesa en una estampa con mascarillas y otros invitados como geles hidroalcohólicos, pero que en esencia nos permite volver a aquello que más echamos de menos: compartir y departir. Y topamos con el restuarante Urumea, donde Tito y el resto del estupendo servicio proponen día tras día una cocina asturiana con un intenso sabor no tan típico pero que, para la ocasión, han estirado al máximo uno de sus platos estrella: el cachopo de un metro. Éste es el cebo elegido por el "pescador" pero si te asomas al cubo verás que lo que tiene en la recámara es tanto o más espectacular que el imponente "emparedado de filetes". Pero hay muchísimo más por degustar, descubrir, saborear. Vuelve la hostelería, vuelven las cenas y nosotros... nosotros volveremos al restaurante Urumea quizá mientras estés leyendo estás líneas.
Vaya por delante que el local, como Tito, ya es discreto y humilde desde la fachada. Casi de la mano del Paseo de la Habana asoma tímidamente el cartel que reza Urumea para darnos acceso a un local de factura tradicional y con la madera como protagonista. En los tiempos que corren, muchos nos lo preguntáis, y siempre respondemos casi al principio de la reseña: la limpieza es EXTRAORDINARIA, desde baños hasta resto de los tres salones que dispone el establecimiento. Ventanas abiertas para garantizar la ventilación y distancia de seguridad. Con lo necesario cumplido con creces, echamos un vistazo a la carta.
Además de los 80 euros que, estamos seguros, reunirán a grupos de amigos y familias en torno al cachopo de un metro, entrante a elegir para compartir y tres botellas de sidra o una de vino, el resto de la carta sorprenderá por relación calidad precio, máxime teniendo en cuenta la zona noble en la que se ubica.
El aperitivo ya antojaba una comida para el recuerdo: pequeños pedazos de empanada de suave morcilla salpicada del sabor a pimiento. Si algo tan pequeño ofrece tamaña experiencia, ¡cómo sorprenderse con la ENORME parrillada de verduras o el tomate que sabe a tomate en la ensalada de jugosa ventresca! Y quedaos con la hipérbole, porque aquí sólo se habla en tamaño XL: cada ración rinde honor a la costumbre asturiana de cebar al comensal pero, lo que denota la calidad de materia prima y preparación es que nada te cansará.
Ni siquiera la fabada que se aferra a tu paladar y no lo suelta hasta pasadas varias horas, excelente. O los tacos de merluza, de textura divina y sin espina alguna. Pero claro, la estrella fue el cachopo, abrigado por un empanado adictivo y una mezcla de tres quesos asturianos que ni ensombrecen ni desaparecen por culpa de la carne. Punto justo, vaya.
Ni siquiera la fabada que se aferra a tu paladar y no lo suelta hasta pasadas varias horas, excelente. O los tacos de merluza, de textura divina y sin espina alguna. Pero claro, la estrella fue el cachopo, abrigado por un empanado adictivo y una mezcla de tres quesos asturianos que ni ensombrecen ni desaparecen por culpa de la carne. Punto justo, vaya.
Toda una experiencia que culminó con sendas tartas casera de queso y hojaldre que pugnaron, siguen haciéndolo en nuestra memoria, por el primero puesto en nuestros favoritos.
Así que si has llegado al presente escrito atraído por el metro de cachopo, te tranquilizamos garantizándote que más allá del "copy" hay un producto de enorme calidad y que, incluso, un estómago agradecido y voraz podrá hacer frente. Pero es sólo una de las perlas gastronómicas que nos dejará el restaurante Urumea, maridando con la mejor sidra y premiando al comensal con un viaje culinario a tierras asturianas.
Jesús Clemente Rubio