Difícil imaginar un momento mejor para el retorno de la mejor versión de Asensio, que marcó uno. Casi imposible pensar en que en la competición más importante de clubes, la Champions, el que de todos se marcha en modo estrella para luego rematar tipo amateur hallaría, en cuartos y frente al Liverpool, portería. Y por partida doble. Vinicius Jr. fue un látigo, pura electricidad, un constante quebradero de cabeza para la defensa inglesa -en especial para su lateral derecho- y terminó de estallar reivindicándose a golpe de pecho y escudo. Y Vinicius encontró portería... y Europa se echó a temblar.
Al César lo que es del César, claro. Zidane logró desactivar a un Atalanta irreconocible para los suyos, e hizo lo propio en la primera mitad con un juego perfecto y sin fisuras. Apenas un par de chispazos tuvo un Liverpool cortocircuitado por una defensa plagada de bajas y que, desde la sencillez, todo lo cortaba y repelía. Nada tuvo que hacer con el mejor centro del campo del mundo, con Casemiro frenando, Modric conduciendo y Kroos abriendo todo el campo que permitía las constantes acometidas de Vinicius. Se asemejaba esto a aquello que decían en tiempos de Gento: "si no sabéis qué hacer con el balón, trallazo a la banda izquierda que ya la cogerá La Galerna". Así ocurría jugada tras jugada con Vinicius, que arrastraba a laterales y centrales de la misma forma que Benzemá con sus constantes desmarques -el mejor del mundo en esta faceta- para desesperación de Klopp.
Y de todo esto, claro, tenía que llegar el gol. Y tenía que hacerlo de bota del que nunca habla, del que siempre es determinante. Balón de Toni Kroos al aire en un pase de 30 metros que orienta con el pecho en un extraordinario gesto Vinicius -control que vale medio gol- para encarar primero y batir después a Alisson.
El asedio continuaba, los fallos defensivos del visitante se sucedían. Y en una floja cesión de cabeza de Alexander Arnold, Asensio fue el más listo de la clase, llegó al esférico antes que el portero y con tremenda elegancia lo elevó por encima del mismo con un sombrero que culminó, sin dejarla caer, mandando el balón a la red. Dos cero y a la caseta. Ni en los mejores pronósticos... para los que continúan infravalorando al Real Madrid.
Pero el vestuario le vino bien al Liverpool, no queremos imaginar qué ni cómo se lo dijo Klopp, pero surtió efecto: el combinado del Reino Unido era otro y dio un golpe en la mesa los primeros minutos de la segunda parte. Pudieron incluso empatar en algún momento, tras el gol de Salah, pero al final quedaron en eso y poco más. Porque el Madrid se sacudió la presión volviendo a estirar el campo y recuperando el balón, volcando el ataque también en la banda de Lucas Vázquez, donde apareció en un momento dado Modric para asistir a un Vinicius Jr. que también aprendió a colocarse en el mejor lugar para rematar. Así hizo al primer toque, por debajo de las piernas de un defensor que tapó toda visibilidad al portero. Alguno más pudo marcar el Madrid para sentenciar la eliminatoria, con un Rodrygo atrevido pero sin contundencia en los metros finales. Pero bastó para encarrilarla y, de paso, confirmar que el coco del bombo no hablaba alemán ni habita en Manchester o entrena con la Torre Eiffel de fondo: el coco rinde pleitseía a la Diosa Cibeles. Que viene el coco.
Jesús Clemente Rubio