Basta recorrer con la mirada un puñado de metros cuadrados del interior de Latxaska Etxea para vernos dentro no de un local gastronómico, sino de un tributo a la buena comida. El buen hacer -y la siempre valiente apuesta- de elegir la mejor materia prima, de darle el tratamiento adecuado desde que se enciende el fogón hasta que se termina el emplatado en mesa. Legazpi presume de cocina vasca salpicada de otros rincones patrios e incluso del mundo con cantidad en el plato e intenso sabor en el paladar. La brasa, protagonista. Los entrantes y postres, Óscar a los mejores actores de reparto. Y Carlos y su equipo la necesaria maquinaria para que todo funcione.
Pero hablando de carbón, de brasas, de conquistas gastronómicas, hay que alabar y ensalzar la maestría alcanzada por el local en este capítulo. Tanto en carnes, a tenor de lo que vimos en mesa y rostro del resto de comensales, como en pescados, basándonos en un rape que nos hacía saltar las lágrimas por su grado de exquisitez. Sería injusto, casi delito en el código penal, olvidar el pulpo de tres cocciones, carne de concursos y campeonatos por una combinación equilibrada y eficaz del cefalópodo con la emulsión de mojo picón, la muselina de patata y la espuma de Albariño.
Un restaurante así no necesita postres... con lo mencionado sobra para llenar sus mesas día tras día. Pero Latxaska Etxea no deja verso suelto, no hace prisioneros, y puestos a ofrecer postre, ofrezcamos los mejores. Si la torrija de brioche caramelizada y acompañada de helado despierta sentidos que creíste no tener, la tarta de queso, cremosa y deliciosa, culmina de manera divina la experiencia gastronómica. Imposible meter sólo una cucharada, "probarla" y quedarte satisfecho...querrás más siempre.
Por eso hay que volver a Latxaska Etxea y por eso mucha de su clientela es fiel y casi parte de esta casa vasca en Legazpi. Bendito norte de España. Bendita capital.
Más información en https://www.latxaskaetxea.com/
Jesús Clemente Rubio