Sonriendo porque la película explora varios campos de la infancia de una manera realista pero sin entrar en pesadumbre, optimista pero sin caer en el idealismo utópico. Dos hermanos irlandeses -que, por cierto, también muestran lo que es tener un hermano o una hermana, amigos lo primero- llegan a Estados Unidos tras la muerte de sus padres y ven como su tío no ha acudido a la estación para recibirlos, así que les tocará ingeniárselas para atravesar el país de costa a costa en su busca. Un vagón cargado de niños huérfanos que van a conocer a sus familias adoptivas se les antoja la mejor solución y ahí conocen a Nick, un niño con parálisis cerebral que le tiene inmovilizado casi todo el cuerpo. Avatares del viaje les dejan a los tres en medio de llanuras americanas en búsqueda de una familia, el tren, el tío y aventuras, al fin y al cabo son niños. Por el camino, unos bandidos que se hacen con el tren, indios que, una de tantos buenos mensajes de la película que parafraseo, "tienen la culpa de todo, incluso de lo que no han hecho" y otros personajes que sirven como contrapunto a la mayor discapacidad que una persona puede tener: carecer de humanidad.
La película es rápida, variada, no abusa del clásico mensaje de diferentes pero iguales y no convierte a la persona con discapacidad en el centro de todo, sino en uno más... como así habría de ser fuera de la ficción. Vaya por ti Nico, y por tantos Buffalo Kids aquí y allí arriba.
Fuera de la película, recomendaros verla en el cine porque LA MÚSICA ES FANTÁSTICA y, junto a la imagen y el mensaje, se cuela bajo la piel. En nuestro caso fuimos al Cinesa Heron City de Las Rozas ya que Buffalo Kids lleva un tiempo en cartelera y ya la han retirado de muchos sitios, así que daos prisa y disfrutadla como merece.
Más información en https://www.cinesa.es/peliculas/buffalo-kids/HO00001417/
Jesús Clemente Rubio