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El crossover gastronómico de Meliá

Cuando un grupo hotelero tiene tanto número y volumen de músculos, bien podría dejarse llevar por la inercia del éxito, relajarse y disfrutar de las rentas por unos años. Pero saben que esa filosofía tiene corto alcance. Por eso se reinventan. Por eso, de vez en cuando, lanzan iniciativas que apuestan por atraer a fieles y noveles, no necesariamente relacionadas con el aspecto hotelero en sí sino con alguno de sus servicios y actividades. Esta vez le ha tocado a la gastronomía: Meliá Princesa se ha traído de su hermano coruñés la mejor gastronomía para protagonizar unas jornadas que ya quedan en el recuerdo de muchos... y de nuestros paladares. Así son las jornadas gallegas de Mosaico restaurante, en Meliá Princesa.

Mosaico ya goza de buena fama en la escena hostelera pero, decíamos, este particular 'crossover' de Meliá estaba llamado a probar fortuna entre comensales que conocen sobradamente su mesa. Porque aquí todo iba a comenzar con los llamados "petiscos", pequeños bocados de extraordinaria factura que aquí conformaron la empanada de atún, de exquisitos y caseros hojaldre y relleno, el jamón de castaña bien laminado y de intenso sabor y, claro, la tortilla de betanzos, poco cuajada, con el huevo asomando y deseando que aprietes lo más mínimo para gotear hasta el fondo del plato en un deleite para la vista primero y el gusto después. 



Pasados los entrantes, tocaba el mar, y con él -no hay que olvidar- un Laxas Albariño de Rías Baixas. Hasta cuatro vinos maridan este menú de 65 euros que rinde homenaje a una de las más bellas y embriagadoras regiones de España. Volvamos al plato: almejas a la marinera, donde el sofrito ensalza el protagonismo de esta joya culinaria, y la merluza confitada en ajada con cachelo y salsa de alga que evoca el sabor del mejor percebe. De nuevo, texturas y cocinados sobresalientes.

Antes de los postres, un solomillo de porco celta, raza autóctona, con marcado sabor braseado y pimientos de padrón que, ya sabes, son una rifa en cuanto a picante, una garantía en lo que a calidad respecta. 

El broche lo pusieron un crepe con miel, una cañita de crema que recordaba a las tartas árabes que tanto se estilan en las cartas madrileñas últimamente y ya con el café una larpeira, o tarta llamada así porque larpeiro es goloso en gallego, y nosotros lo somos, y mucho. Ya nos íbamos pero antes se esfumaron las luces; sala a oscuras para recibir, con conxuro y todo, una queimada que cerró con honores unas jornadas memorables. Más iniciativas así, más reinvenciones y vueltas de tuerca, más Meliá. 

Date prisa, las jornadas gallegas duran un puñado de días... tienes hasta el 23 de febrero. 

Jesús Clemente Rubio