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Diplodocus, el dino que enseñó a su dibujante a perseguir sueños


Muchos le señalarían. Tantos otros se burlarían e incluso los menos humanos intentarían una y otra vez pisotear sus sueños. Pero el polaco Tadeus Baranowski no cesó en su sueño de llevar sus novelas gráficas sobre una cría de dinosaurio a todos los rincones del mundo. Diplodocus no es sólo una historia animada de aventuras con personajes carismáticos, tiernos y llenos de humor, es también un mensaje sobre la importancia de perseguir tus sueños y no los del resto. Traigan o no fama o reconocimiento, conllevan igualmente victoria porque has satisfecho el capricho de tu alma. Por eso es tan importante ir al cine a ver en familia la última película distribuida por Vértigo.

Diplodocus es un niño como cualquier otro. Envida a sus padres constantemente a viajar más allá de la ciénaga, la zona de confort en la que todos nos sentimos tan seguros como aburridos. Primer paralelismo con la vida banal y adulta. Pero a veces, una circunstancia inesperada nos obliga a abandonar esa zona, y sólo los que siempre se prepararon para ello saben responder. Aquí la circunstancia es una neblina que no responde sino a la goma de borrar del dibujante que, como Diplodocus, creó esos personajes y ahora es exhortado a borrarlos en aras de crear criaturas "mas monas" y acorde al estándar de la mayoría. Segunda lectura social y adulta: renunciar a la esencia de uno en pro del criterio del resto. Lo malo de perseguir los sueños de otro es que, además de desechar los propios, nunca alcanzarás aquellos y, de hacerlo, no reportaran satisfacción alguna.

Por eso Diplodocus huye  a otros mundos en busca de una respuesta que le lleve al origen de esa neblina que se llevó su mundo y a sus padres. Los mundos son las hojas que una vez dibujó y había aparcado en un rincón el dibujante. La obra enseñando al artista el camino para reencontrarse consigo mismo. Ambos confluirán en la mejor escena de la película -"existir no depende de mí"- pero por el camino surgirán compañías que dan color, ritmo y ponen sonrisas en una cinta que al principio es cierto que le cuesta arrancar pero después no querrás que termine. Tercer paralelismo: como la vida misma.


Jesús Clemente Rubio