Cuando cierres la boca tras acceder al enorme local, volverás a abrirla vista la rapidez con la que te traen tu comanda. Da igual si, como nosotros, optes por casi todas las referencias frías o muchas de las calientes; cuando quieras darte cuenta llegará la primera referencia y de ahí a la última transcurrirá un breve lapso de tiempo.
El suficiente para ir degustando, y reiteramos este orden pues es el que recomendamos, en primer lugar los fríos: el salmorejo con helado de parmesano y jamón ibérico quizá pedía lago más de helado para rebajar la sal del último ingrediente mencionado, pero la mezcla de todos ellos resultaba en un notable alto. Ocurría algo parecido en la ensaladilla rusa culpa, de nuevo, del jamón... pero sigue siendo recomendable su degustación. Luego ya están los obligados: el steak tartar basado en un gofre de yuca con emulsión de mostaza que maravilla a cada bocado. Esta cocina en miniatura -que luego no lo es tanto- está diseñada para compartir, pero habrá platos que preferirás repetir para poder engullir uno desde el egoísmo guloso. Éste es uno de ellos, el carpaccio de ternera caprese otro y el carpaccio de gambón es como una bocanada de mar en forma de sutil y equilibrado plato.
En el capítulo de calientes las croquetas de jamón ibérico son tan melosas como prometen en carta pero las de chipirón son, sencillamente, extraordinarias. Hablando de la carta, no dejaremos de mencionar la de 80 Grados por su completa descripción y su realidad aumentada que nos adelanta de manera detallada y visual el plato que estamos a punto de pedir. Lo del huevo trufado, su versión de huevos rotos con patatas y el añadido de trufa, es de otro planeta. Verdaderamente una de las interpretaciones del famoso plato que más nos gusta.
El falso rissotto es inyección en vena de setas pero también una textura muy melosa y embriagadora. Casi tanto como la carne de intenso sabor de la hamburguesa cantonesa, donde lo que menos nos gusta es que el pan esté frito... lo cual no quiere decir que no esté rico. Ni mucho menos.
El cordero asado a baja temperatura sobre cama de ñoquis, ése que nos llevó en su día a asomarnos al 80 grados por vez primera y que ahora es un referente para nosotros, sigue comportándose como mantequilla ante la más ligera presión de cuchillo y tenedor. Sublime.
Para sublimes, los postres. No temieron en colocar la expectación muy alta, y descubrimos el porqué: la galleta Oreo sabe verdaderamente a la famosa galleta, no juega con otras presentaciones heladas o en forma de tarta y sí con una galleta más grande de lo habitual coronada por bola de helado. Nosotros cambiamos el dulce de leche por helado de leche normal, pensando en que la leche con galletas y base de chocolate que configura otro postre es tan adictiva que sabíamos que resultaría también en este postre. Pero el último mencionado es menester.
Como menester es ir, al menos una vez en la vida, a 80 Grados. Ante la imposibilidad de probar todo cuanto ofrece y la seguridad de que te gustará, repetirás.
Más información en https://ochentagrados.com/ver-restaurante/tres-cantos/
Jesús Clemente Rubio